domingo, 2 de noviembre de 2008

¡Que recuerdos!
















Caminaba deseando llegar a su destino mientras tanto llegaron los recuerdos, echó su mirada atrás
y recordó hasta lo que su memoria alcanzó, había cosas que no recordaba simplemente las escuchó sentada en el regazo de su abuela. Llegaste sin hacer ruido una mañana de Enero… siempre le decía aquella anciana de pelo recogido y semblante fresco. Le gustaba mucho su olor y sin saber la procedencia de aquel aroma recuerda con gran vacío aquello que le decía, ¡Abuelita! ¡Que bien huele tu corazón! ¡Que recuerdos!...

El viento acariciaba su cara y los recuerdos de su infancia se agolpaban, era una niña despierta, imaginaria, y traviesa ahora a la memoria le vino cuando se suponía que por unos días marchaba, algo grave pasaba, lo sabía, pero no entendía que la llegada de un nuevo miembro a su familia, la alejara, vivió con su abuela materna durante días... meses... hasta un año recordaba, fue bonito, ¡Que recuerdos!...

Pasado un tiempo recuerda, volvió todo a la normalidad, volviendo a casa un buen día, sería por navidad, recordando ahora la víspera de una noche excepcional, donde la ilusión la colmaba de dicha y felicidad, hubo una vez, recordaba, lo que sintió al despertar y ver aquellos regalos que le dejó su majestad, ¡Un peine!... ¡Un cepillo!... ¡Un jabón!... Su mirada entristecida buscaba algo mejor… Y aunque algo más había , recuerda muy bien ese día, cuando aquellos regalos vió. ¡Que recuerdos!...

Su padre, esa mirada azul penetrante, con esa voz firme y elegante, buena persona era, con sus formas y maneras, pero a ella siempre le “intimidó”. Sus juegos de palabras, sus canciones y trabalenguas en el coche, esos viajes largos, sus historias y cuentos por la noche, su sabiduría y destreza, ella lo recordaba en la cocina preparando una sopa de ajos en la cazuela y después en el salón mimando a sus peces y pájaros con música de zarzuela, siempre con un libro en la mano, para ella, un hombre muy sabio que nunca tuvo un agravio ¡Que recuerdos!..

Su madre, la encargada de traer hijos al mundo y a su manera la encargada de que la casa saliera, al venirle a la memoria la sirvienta que ayudaba en las tareas del hogar, también recordó lo que le gustaban los viernes, no recuerda durante cuanto tiempo, pero si, que al llegar ese día le preparaban su mochila y se iba a otra ciudad… otro país… ¡Toda una aventura! Ahora lo recuerda con dulzura tocaba dormir en el suelo, jugar en el campo, coger caña de azúcar y comer pipas de girasol arrancadas de la flor, la compañía de Fátima, siempre la recordó ¡Que recuerdos!...

Los km. seguían pasando y los recuerdos aflorando, que divertido era estar todo el día jugando, al elástico, a la comba, a las muñecas y recortables con las niñas en la calle; pero… jugar al pingo, las canicas, las chapas, y al rescate con los niños lo recordaba con más cariño y trepar monte a través, para caerse otra vez, ahora esbozó una sonrisa y comprendía porqué aquel día de reyes hubo peine y jabón, siempre llevaba churretes en la cara, dos coletas despeinadas y algún que otro lamparón. Nunca le dio uso al peine y nunca estrenó el jabón así que siempre a regañadientes en la peluquería de chicos acababa con un corte de pelo a la navaja y un disgusto del copón ¡Que recuerdos!...

Sus hermanos la arropaban eso también lo recuerda y las charlas de papá por alguna trastada, papá nunca pegaba. Los refranes de la abuela…y al abuelo quisquilloso, una niña que a su edad, no conocía el peligro, por eso cuando no había nadie en casa saltaba por una ventana sin temer caer cuatro pisos, nunca le ocurrió nada; las escondidas debajo de la cama cuando mamá se hacía del cinto para poner orden en casa, recordaba las visitas de Margarita, ¡Que bien las recordaba! Una señora con plante, voz ronca y amachorrada, con su jeringa a cuestas a curar alguna alergia ó enfermedad contagiada. Las noches de cine en verano y el después en la plaza acompañados de una guitarra, cantando hasta la madrugada... Una bonita velada ¡Que recuerdos!...

Envuelta en sus pensamientos, le vino un vago recuerdo, el de un hermano de mamá, siempre cargado de regalos como si la conciencia limpiará, un día apareció con un animal de compañía a lo que su mamá respondió, que se lo llevará enseguida, pero ella intercedió y el perrito se quedó, recuerda haberle puesto nombre de varón y resultó ser una hembra, ahora sonríe al recordar todos los nombres que pensó para tener al final que cambiar el nombre por uno más acorde al sexo del animal, aquello no duró mucho tiempo ya que todos jugaban con el cachorro pero nadie le enseño que las necesidades en la calle hubiesen sido mejor así que mamá un día al perrito regaló ¡Que recuerdos!...


La sonrisa se le apaga, al recordar las discusiones de sus padres en la alcoba, la muerte del abuelito y la realidad encontrada, pero en su mente de niña pronto se le olvidaba, eso pensaba ella, que de mayor no recordaría nada de aquellos días, aquellos días de playa de la mañana a la noche, el colegio, el uniforme, y sus amigas del alma, recuerda todos sus nombres y también todas sus caras, la señorita Julia con sus gafas apoyadas, como no, su primera cita y la primera mirada y por seguir recordando, se acuerda de sus primas del alma, siempre juntas, siempre hermanas, hasta que un día marcharon a una ciudad cercana ¡Que recuerdos!...

El viento se había calmado llegaba ya a su destino, las luces de la ciudad, la hicieron volver del pasado para no seguir recordando aquellos hermosos años, felices por lo vivido, tristes por lo olvidado, feliz por lo venidero, amargos por el pasado, sentimientos encontrados por los recuerdos de ayer, tener algún día nietos a quién poderles contar todas aquellas historias lo que su vida fue, allá por aquel entonces y luego el presente ser. ¡Que recuerdos! ...